Nadie irá a la cárcel por disentir. Pero uno puede perder su trabajo, su estatus, sus amigos e incluso a miembros de su familia. Es más: el castigo no vendrá del Estado, sino del empleador, de las redes sociales o de cualquier otra institución privada. Lo hacen con un lenguaje de cariño y compasión.
Estos totalitarios afirman que lo hacen para proteger a los marginados y vulnerables.