Existen dos formas de aproximarse a la realidad: tratarla como objeto o como misterio. (…) La diferencia, en cualquier caso, radica en que un objeto es algo que se puede conocer en su totalidad, desgajándose en partes reductibles para un análisis del que nada escapa. El misterio por el contrario es lo que define a la persona, de la que mucho puede vislumbrarse pero nada adivinarse, pues la libertad interna y el acontecimiento externo la hacen inasequible a una comprensión absoluta.
El error de las ideologías totalitarias consiste precisamente en tratar a los individuos como objetos y no como misterios.