En «Todo iba bien» no leeremos lo que queremos leer -¿quién sabe exactamente lo que quiere leer?-, sino aquello que probablemente no queremos que nos digan, a menos que uno sea medio masoquista y disfrute regodeándose en los pantanos del mundanal ruido. Espera, eso es lo que hacemos a diario, aunque a regañadientes. El autor profundiza en la anestesia que impera ante la tragedia, rastrea lo macabro del pasado, ahora dulcificado y adornado con lacitos y likes en redes sociales, como si ya no doliese el dolor, o fuera un efecto más de marketing. «Todo el libro responde a una realidad durísima para el hombre contemporáneo: no estamos preparados para la tristeza», dijo Itxu.